LA DESPEDIDA

Primero pensó enterrarla a la manera tradicional: con funeraria, cura y cementerio; pero era muy querida para ella para hacerlo en lo ordinario; entonces pensó en hacerlo con obispo ya que con Papa era un imposible teológico; pero con obispo tampoco era viable.

Las sectas tampoco le satisfacían por su fanatismo leyendo biblias y más biblias y haciendo creer que podían hacer milagros gritando a todos los vientos; ella ya estaba muerta y no podía ser resucitada por ningún poder terrenal ni extraterrenal.

Divagó y divagó por bastante tiempo y no encontraba la forma de darle sepultura ya que crematorio no había en la región.

Al final, encontró un palustre en medio de las herramientas de la casa, cavó en la matera en donde tenía su residencia y ahí, en un hueco de cinco centímetros de fondo, otros cinco de largo y por dos de ancho, la estatura de la pequeña y diminuta lorita australiana, cupo con facilidad dando sus restos al arbolito que por poco pero feliz tiempo la albergó, cantando alegre y haciendo dichosa su tranquila vida, la de su madre adoptiva, en los gajos frondosos y verdes de su hogar.